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Veteranos de Malvinas vuelven a Bahía para ayudar a los damnificados

  • Foto del escritor: Nahuel Hidalgo
    Nahuel Hidalgo
  • 18 mar
  • 2 Min. de lectura

El domingo aún no había salido el sol en Quilmes cuando Miguel, con el mate en mano, terminaba de alistarse para el largo viaje que tenía por delante. Sabía que no sería un trayecto cualquiera. Esa mañana, su destino y el de sus compañeros del Centro de Veteranos de Guerra de Quilmes era Bahía Blanca, una ciudad golpeada por el temporal, donde los esperaban con los brazos abiertos y el alma herida.



Conectaron el tráiler, subieron los insumos y emprendieron el camino. Mientras avanzaban por la ruta, la incertidumbre pesaba en el aire. "¿Cómo estarán las cosas allá?", "¿Con qué nos encontraremos?". Preguntas que se repetían en sus mentes, pero la determinación de ayudar los impulsaba a seguir.


"Al llegar, nos dimos cuenta de que lo que se vivió es peor de lo que vimos en la televisión", relata conmovido Quique, uno de los veteranos. La escena era desoladora. Calles anegadas, casas destrozadas y familias que lo habían perdido todo. Pero, en medio del desastre, la solidaridad se abría paso con la misma fuerza con la que estos hombres alguna vez defendieron nuestra patria.


Para los veteranos de la Marina, este viaje tenía un significado aún más profundo. "Antes de partir a Malvinas, estuvimos en Bahía. Y cuando volvimos, Bahía nos recibió", dice Quique con los ojos vidriosos, evocando aquel pasado que aún late en sus corazones. Hoy, regresaban no como soldados, sino como cocineros de la esperanza.


En la Sociedad de Fomento de Villa Italia, instalaron su cocina improvisada y comenzaron la tarea. "Estamos cocinando acá, dándolo todo para la gente", comenta Miguel con la voz entrecortada. Afuera, decenas de personas esperaban su plato de comida caliente, pero lo que recibían era mucho más que eso: un abrazo en forma de guiso, un gesto que aliviaba el alma en medio del dolor.


En las primeras dos jornadas, sirvieron más de 600 raciones. Mónica, una vecina del barrio, no oculta su emoción: "Ver a nuestros héroes de Malvinas cocinando para nosotros es algo que jamás imaginé. Me alegraron la vida en estos días tan duros".


El viaje, los insumos, la voluntad inquebrantable, todo salió de Quilmes. Porque en Argentina, la solidaridad no entiende de distancias. Se extiende como un puente invisible entre corazones dispuestos a ayudar. Y ellos, que alguna vez defendieron la patria con el fusil, hoy la honran con la olla y el cucharón.


La tarea continúa. Más veteranos y no veteranos de distintos puntos del país siguen mandando camiones cargados de esperanza. Porque cuando el pueblo se une, no hay tormenta que pueda apagar la luz de la solidaridad.


En Bahía Blanca, donde una vez fueron despedidos con ansias de batalla y recibidos con el dolor por aquellos que quedaron en custodia de nuestras islas veteranos de Malvinas vuelven a Bahía para ayudar a los damnificados, hoy son bienvenidos con gratitud y orgullo. Porque los héroes nunca dejan de serlo. Porque su lucha, ahora, es por aquellos que los necesitan. Porque, una vez más, están en la primera línea. Esta vez, en la trinchera del amor y la entrega absoluta.




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