Reflexiones sobre los crotos y linyeras de nuestra historia
- Redacción
- 4 nov 2024
- 2 Min. de lectura
A lo largo de la historia argentina, los caminos se cruzaron con hombres solitarios y libres, figuras que se desplazaban sin pertenencias fijas ni destino permanente. Eran los "linyeras" y "crotos", viajeros que, más allá de sus diferencias, compartían un anhelo profundo de libertad y autonomía, vidas al margen del mundo, entregadas al viento y al tiempo.

Los *linyeras*, en su esencia, no buscaban posesiones ni trabajo estable, sino el terreno de la libertad total. Rechazaban el sedentarismo, y en sus recorridos se llevaban consigo una pequeña "bagayera", un paquete sencillo donde cabía todo lo que realmente importaba: una pava para el mate, un plato enlozado y una olla. Este equipaje era un lo que para ellos era esencial en la vida y podía llevarse a cuestas y que el hogar no era un lugar, sino el momento mismo de existir. En su andar nómada, el linyera se volvía casi un filósofo de la libertad, un defensor de la soledad elegida como fuente de paz y autonomía.
Por otro lado, el *croto*, una figura también singular, tenía una búsqueda distinta. Si bien se parecía al linyera en su independencia, el croto deseaba la posibilidad de trabajar ocasionalmente, de integrarse a la tierra, aunque fuera de manera efímera. Y es aquí donde aparece Camilo Crotto, un político radical, quien en un acto que rozaba la rebeldía, impulsó la "Ley Crotto" para obligar a los ferrocarriles, manejados por británicos, a aceptar a dos pasajeros sin boleto en cada formación. Con esta ley, los crotos ganaron el derecho a ser transportados, y también un nombre propio en la historia.
La historia de los crotos y linyeras, vista a través del prisma filosófico, nos enfrenta a la pregunta de qué significa realmente ser libres. Mientras el mundo moderno tiende a construir muros y limitaciones, ellos nos recuerdan que la libertad puede ser, a veces, un acto de despojo, una decisión de reducir lo innecesario hasta que solo queda lo esencial. También nos hacen reflexionar sobre el concepto de hogar: ¿Es acaso un lugar estático o puede caber en un atado al hombro y un espíritu en paz?
Hoy, en un mundo que parece urgirnos a la posesión, al apego y a la constante búsqueda de lo material, los crotos y linyeras aparecen como símbolos de una sabiduría arcaica y poderosa. Su historia nos invita a preguntarnos si somos dueños de nuestra propia vida o si, por el contrario, estamos atrapados en cadenas invisibles. Y quizás, en algún rincón de nuestro ser, nos queda algo de ese linyera que, al margen del tiempo y la sociedad, sigue buscando la serenidad en la independencia y la verdad en el silencio.
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