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Jaime Dri: Compañero de lucha, testigo de la verdad, héroe del pueblo

  • Foto del escritor: Conurbano Profundo
    Conurbano Profundo
  • 5 mar
  • 2 Min. de lectura

Por Fabio Gonzalez


Ayer nos dejó físicamente Jaime Dri, pero su ejemplo y su lucha seguirán vivos en cada compañero y compañera que no baja los brazos. Se nos fue un militante de los de verdad, un peronista de los que pusieron el cuerpo y el alma por la causa nacional y popular, un sobreviviente del genocidio que, con su testimonio, rompió el pacto de silencio de los verdugos.



Un militante del pueblo


Nacido en Entre Ríos, Jaime abrazó la militancia con la convicción de que solo el pueblo salvará al pueblo. Se formó en la lucha revolucionaria y encontró en Montoneros el camino para construir una patria justa, libre y soberana. En esos años de plomo, cuando la oligarquía y los militares vendepatria se encargaban de borrar a quienes soñaban con un país para todos, Jaime nunca se rindió.


Secuestro y tortura en la ESMA


En 1977, los esbirros de la dictadura lo secuestraron y lo llevaron a la ESMA, ese infierno donde intentaban doblegar a los militantes con tormentos inhumanos. Lo torturaron, lo quisieron quebrar, pero no pudieron. Jaime, como tantos otros compañeros, resistió con el alma, con la dignidad de quienes saben que la historia la escriben los pueblos y no los genocidas.


La fuga del infierno


Pero Jaime no solo resistió, también logró lo impensado: escapar. Con una valentía descomunal, se les escurrió de las manos a los represores y logró exiliarse, primero en Brasil, luego en Cuba y Nicaragua, donde siguió militando, denunciando, organizando. Nunca dejó de ser peronista, nunca dejó de ser un soldado de la causa popular.


El testigo que hizo temblar a los genocidas


Cuando la democracia volvió, Jaime Dri no dudó ni un segundo en ponerse al frente de la batalla por la verdad. Su testimonio fue un mazazo contra los asesinos, una bofetada al pacto de silencio de los genocidas. Gracias a su valentía, muchas de las ratas que dirigieron el exterminio terminaron donde debían estar: en la cárcel.


Un legado de lucha


Jaime se nos fue ayer, pero su voz sigue sonando en cada juicio, en cada marcha, en cada joven que levanta las banderas del peronismo revolucionario. No murió, compañero, porque los que luchan por el pueblo nunca mueren. ¡Hasta la victoria siempre, Jaime! ¡Tu lucha es nuestra lucha! ¡Viva Perón, carajo!

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