El hilo invisible de la manipulación mediática en Siria
- Redacción
- 9 dic 2024
- 2 Min. de lectura
La caída de Bashar al-Assad y el ascenso de Hayat Tahrir al-Sham (HTS) en Siria nos revelan los complejos intereses geopolíticos en la región, y un claro patrón perturbador: la narrativa global no está diseñada para informar, sino para justificar acciones cuestionables y moldear percepciones.

En los últimos días, hemos sido testigos de un cambio abrupto en el control territorial de Siria. HTS, un grupo yihadista conocido por su vínculo histórico con Al-Qaeda, ha logrado tomar ciudades clave en solo 10 días. Sin embargo, en muchos medios occidentales, este grupo es presentado como "oposición" o "rebeldes". ¿Por qué suavizar la imagen de un movimiento extremista cuyo objetivo declarado es instaurar un emirato islámico que viola derechos fundamentales?

El caso de Muhammad al-Julani, líder de HTS, es emblemático. Este hombre, considerado un terrorista global por Estados Unidos, aparece en entrevistas en CNN con un aire casual, vestido estratégicamente para parecer un "hombre de diálogo". Esto no es un accidente, sino parte de una maquinaria mediática que intenta legitimar a actores problemáticos cuando conviene a ciertos intereses.

La pregunta es inevitable: ¿cómo acceden medios internacionales a entrevistas exclusivas con líderes de grupos extremistas en plena guerra? La respuesta, aunque no se menciona directamente, parece apuntar a vínculos oscuros con agendas de inteligencia. Así, la propaganda no solo relata los hechos, sino que los arma para dirigir opiniones y justificar nuevas intervenciones.
El papel de las potencias internacionales en este conflicto no puede ser ignorado. Rusia, inmersa en su propia guerra en Ucrania, parece haber reducido su apoyo militar, lo que debilitó aún más al régimen de Assad. Irán, otro aliado clave, advirtió sobre los riesgos de confiar en Occidente, pero Siria optó por acuerdos que terminaron en su detrimento. Mientras tanto, Turquía e Israel intensifican su influencia en la región, aprovechando el vacío de poder para avanzar sus agendas estratégicas.
Pero más allá de los movimientos políticos y militares, lo que se desmorona en Siria es la verdad. La crisis humanitaria que afecta a millones de desplazados se convierte en un pie de página en un relato centrado en actores y alianzas. Las imágenes de destrucción y el dolor de las familias sirias quedan eclipsados por un enfoque narrativo diseñado para el consumo occidental.

El caso sirio nos recuerda que las noticias que consumimos no son siempre relatos neutrales. Son herramientas que, dependiendo de quién las cuenta, pueden justificar invasiones, proteger intereses económicos o demonizar a ciertos actores mientras glorifican a otros. En el caso de Siria, esta manipulación no solo contribuye a la desinformación global, sino que perpetúa el sufrimiento de un pueblo atrapado en una guerra que no eligió.
Hoy más que nunca, es imperativo cuestionar las versiones oficiales y buscar las voces que rara vez se escuchan. Porque en Siria, como en tantos otros lugares del mundo, la verdad está siendo silenciada para servir a intereses que poco tienen que ver con la paz o la justicia.
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