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Cena de Gobernadores con Milei, entre vetos y promesas de obras

  • Foto del escritor: Conurbano Profundo
    Conurbano Profundo
  • 22 oct 2024
  • 3 Min. de lectura

A Javier Milei le gusta festejar sus vetos, especialmente cuando afectan a grandes sectores de la población. Esta vez, la celebración fue más íntima, con cuatro comensales de honor: los gobernadores Raúl Jalil (Catamarca), Osvaldo Jaldo (Tucumán), Gustavo Sáenz (Salta) y Hugo Passalacqua (Misiones). ¿El motivo? Brindar por el veto a la ley de Financiamiento Universitario, porque qué mejor excusa para sentarse a la mesa que recortar fondos a docentes y estudiantes.



Afuera, los mandatarios hacían fila para ingresar, alegando que su presencia respondía a la necesidad de "garantizar diálogo y obras públicas". ¿Diálogo? Quizá entre ellos y sus conciencias, porque adentro los esperaban Milei, su hermana Karina, Guillermo Francos, y el asesor de lujo, Santiago Caputo. Lo que realmente estaban garantizando era un cómodo respaldo al Presupuesto 2025, que prometía obras... siempre que los votos estuvieran listos para futuros vetos.


Jaldei, el primero en saltar la tranquera


Osvaldo Jaldo, o como ya lo llaman en su provincia, "Jaldei" (mitad Jaldo, mitad Milei), fue el pionero en cruzar la línea. El tucumano llegó con el bolso vacío de plata, pero lleno de pedidos, como quien va al almacén sin un peso, pero con una lista interminable. Al menos, no faltaron promesas de obras. A su lado, Jalil, el más reciente en subirse al tren libertario, declaró su intención de "pasar un rato de camaradería", aunque lo único que verdaderamente celebraban era haberle dado un golpe a la educación pública, incluida la universidad de su propia provincia.


Sáenz, el salteño, no se quedó atrás, entrando con una sonrisa que delataba que lo suyo era "diálogo y obras". Sin embargo, en el fondo todos sabían que este era un pacto de supervivencia: apoyar a Milei para que las promesas de infraestructura, al menos, no quedaran en el limbo.


El veto, las obras y las traiciones


Los cuatro mandatarios compartieron cena, promesas y estrategias, pero lo que estaba en juego era mucho más que un plato de comida. Mientras afuera las universidades públicas veían cómo su financiamiento se esfumaba, adentro los gobernadores se aseguraban que las obras prometidas siguieran adelante. El costo político de apoyar a Milei era alto, pero no tanto como dejar las rutas y los puentes sin terminar.


Sáenz, entre bocado y bocado, se permitió una reflexión sobre el peronismo, diciendo que era hora de una renovación. "Renovación" es un eufemismo cuando lo que realmente quería decir era que había que sacar de juego a Cristina.


¿Héroes? Solo para Milei


El encuentro, sin embargo, no alcanzó los niveles de festín de la cena de los "87 héroes" que habían celebrado el veto a la movilidad jubilatoria. Aquel 16 de septiembre, esos "héroes" devoraron un asado en Olivos mientras los jubilados veían cómo sus ingresos menguaban. Al parecer, esta nueva camada de "héroes" prefirió algo más discreto, pero igualmente cargado de simbolismo: la traición al peronismo y la entrega de votos a Milei.


Así, entre promesas de obras, vetos y "diálogo", los cuatro gobernadores se retiraron con las manos llenas... de promesas, aunque el verdadero precio de esta cena lo seguirán pagando los jubilados y las universidades públicas. Mientras tanto, Milei continúa ampliando su lista de aliados, sabiendo que, con un poco de obra pública y otro veto por aquí y allá, se puede comprar mucho más que una cena: en este caso, se compra el silencio complice de cuatro traidores al peronismo.

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