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Argentina renunció al BRICS y apostó al ajuste del FMI

  • Foto del escritor: Redacción
    Redacción
  • 7 mar
  • 2 Min. de lectura

En un mundo donde los países buscan alternativas para reducir su dependencia del dólar y fortalecer su soberanía financiera, Argentina tuvo en sus manos una oportunidad histórica: sumarse al BRICS, el bloque conformado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, que trabaja activamente en la creación de mecanismos financieros propios, alejados de la tutela del Fondo Monetario Internacional (FMI). Sin embargo, en un giro inexplicable, el gobierno de Javier Milei decidió rechazar la invitación y renunciar a un espacio estratégico en el comercio global.

Mientras el BRICS avanza en la conformación de una unidad de cuenta común, la interconexión de mercados financieros y la construcción de un sistema de pagos basado en blockchain para evitar el uso del dólar, Argentina elige el camino inverso: someterse nuevamente al ajuste y la condicionalidad del FMI, con su receta de endeudamiento, privatizaciones y recortes.


El ingreso al BRICS no solo habría abierto la puerta a nuevos mercados e inversiones, sino que también representaba una alternativa real a la dependencia estructural con los organismos de crédito occidentales. Países como Brasil e India están promoviendo acuerdos comerciales en sus propias monedas, mientras que China impulsa estrategias para reducir la influencia del dólar en la economía global. Argentina, en cambio, se alinea con la ortodoxia del ajuste, renunciando a la posibilidad de diversificar sus fuentes de financiamiento y reforzar su autonomía económica.


El argumento del Gobierno fue claro: no quieren estar en "clubes de países comunistas". Sin embargo, la pertenencia al BRICS no es una cuestión ideológica, sino estratégica. Brasil, nuestro principal socio comercial en la región, sigue comprometido con el bloque. Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos, aliados tradicionales de Occidente, también se sumaron. La decisión de Milei no responde a un análisis pragmático de los beneficios que Argentina podría haber obtenido, sino a un alineamiento dogmático con los sectores más conservadores del capital financiero internacional.


La realidad es que Argentina necesita diversificar su comercio y reducir su vulnerabilidad ante las crisis externas. Apostar todo al FMI y a los mercados especulativos de Wall Street no ha traído más que recesión, inflación y pobreza. Mientras el BRICS avanza hacia un modelo de desarrollo basado en la cooperación y la autonomía financiera, nuestro país vuelve a tropezar con la misma piedra del endeudamiento sin límites.


La pregunta que queda en el aire es: ¿Cuánto más deberá pagar Argentina por las decisiones erráticas de su dirigencia? La oportunidad estuvo ahí, pero el gobierno decidió mirar para otro lado. Y, como ha ocurrido tantas veces en nuestra historia, quienes pagarán las consecuencias serán los argentinos y argentinas que verán cómo se aleja, una vez más, la posibilidad de un futuro soberano y próspero.

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